La metodología de la Escuela ANANKÉ se fundamenta en una práctica reflexiva y vivencial, orientada al desarrollo integral de la conciencia humana. Integra el estudio filosófico, el diálogo crítico y la experiencia directa como vías complementarias de conocimiento, superando la separación tradicional entre teoría y práctica.
Uno de los ejes centrales de esta metodología es el conocimiento profundo del genoma humano, entendido no solo desde su dimensión biológica, sino también desde su carácter informacional, relacional y dinámico. La Escuela aborda especialmente el papel del ADN no codificante como sistema regulador de la vida, sensible a los entornos físicos, emocionales, mentales y simbólicos. Este enfoque permite comprender el genoma no como un destino cerrado, sino como un campo de posibilidades que interactúa constantemente con la experiencia cotidiana. Este conocimiento se traduce en una aplicación consciente a la vida diaria, fomentando prácticas que favorecen la coherencia entre cuerpo, mente, emoción y entorno. La metodología propone así un aprendizaje encarnado, donde el conocimiento no se acumula de forma abstracta, sino que se integra en la forma de vivir, decidir y relacionarse con la realidad. La Escuela combina el diálogo filosófico —como espacio de pensamiento crítico, autocomprensión y orientación ética— con los laboratorios de energía consciente (ASASAW), concebidos como espacios de exploración experiencial. En ellos se trabaja la percepción, la atención, la gestión de la energía vital y la relación consciente con los campos informacionales que atraviesan la vida humana. Todo el proceso formativo se desarrolla dentro de un marco ético riguroso, que prioriza el respeto a la dignidad humana, la autonomía personal y la responsabilidad en el uso del conocimiento. La Escuela ANANKÉ integra investigación, formación y práctica aplicada, entendiendo que el verdadero aprendizaje se produce cuando el saber se transforma en experiencia significativa y en acción consciente. Esta metodología busca, en última instancia, acompañar a la persona en un proceso de autoconocimiento, integración y transformación, honrando la complejidad de lo humano y su profunda interconexión con la vida.
La Escuela ANANKÉ articula su propuesta formativa en torno a una serie de ejes de trabajo interconectados, que reflejan su visión integral del conocimiento y del desarrollo humano. Estos ejes no funcionan de manera aislada, sino como dimensiones que se enriquecen mutuamente y permiten una comprensión más profunda de la realidad y de la experiencia humana.
La filosofía y la metafísica constituyen el eje fundacional de la Escuela. A través del pensamiento filosófico, ANANKÉ invita a interrogar el sentido de la existencia, la naturaleza de la realidad y el lugar del ser humano en ella. No se trata de una reflexión abstracta o erudita, sino de una filosofía viva, orientada a clarificar las grandes preguntas que atraviesan la experiencia humana y a ofrecer marcos de comprensión que ayuden a habitar la realidad con mayor lucidez.
Este eje se centra en el conocimiento de la vida psíquica y en los procesos de aprendizaje y transformación personal. ANANKÉ entiende la educación como un proceso de toma de conciencia, autoconocimiento e integración. Desde una psicología humanista y profunda, se acompaña a la persona en el desarrollo de su mundo emocional, relacional y cognitivo, favoreciendo una mayor coherencia interior y una relación más consciente consigo misma y con los demás.
La ciencia y el arte se conciben como dos vías complementarias de acceso a la realidad. La ciencia aporta rigor, método y comprensión de los procesos, mientras que el arte abre a la experiencia de la belleza, la creatividad y la intuición. Este eje promueve una mirada sensible y no reductiva del conocimiento, en la que el saber no solo informa, sino que también inspira, despierta y conecta con la dimensión estética de la existencia.
El eje de ética y espiritualidad orienta el conjunto de la propuesta de ANANKÉ. La ética se entiende como reflexión sobre la responsabilidad, el cuidado y la forma de vivir en relación con los otros y con el mundo. La espiritualidad, por su parte, no se vincula a dogmas cerrados, sino a la experiencia de sentido, apertura al Misterio y conexión profunda con la vida. Este eje invita a integrar conocimiento y acción, favoreciendo una vida vivida con coherencia, propósito y respeto por la dignidad humana.